jueves, 27 de octubre de 2011

Los hombres dominantes

Dicen que los hombres Dominantes somos unos hombres muy interesantes y, generalmente, muy inteligentes y generosos. Tendemos a ser muy complejos y algo enigmáticos. Tendemos a ser, no solamente hombres diferentes en diferentes días, sino hombres diferentes de un minuto a otro. Las pequeñas cosas nos hacen felices o tristes, contentos o explosivos. Nos gusta que las cosas vayan a su manera. Nos  gusta el mundo para operar como si fuera orquestado por nosotros mismos. Tenemos dificultades para comprender por qué hay tanta gente estúpida en el mundo y que no piensen con la misma claridad que nosotros pensamos. Tendemos a querer compartir ese punto de vista con nuestra mujer.
“Mi hombre – pensaba ella - nunca ha carecido de opinión y algunas de sus opiniones las compartió esta mañana conmigo en el coche.”
“El ayuntamiento ha cometido un error al reordenar nuevamente la circulación por el centro de la ciudad,” me decía él.
“Estoy de acuerdo, por supuesto.” Le respondió ella.
“Pero, ¿qué es esto? ¿El pedal del freno suave en mi coche? ¿Cómo es que no lo has notado?” le preguntó a ella.
“Bueno, me adapto a mis circunstancias…tal vez, hubiera una compensación por la “suavidad” del pedal y no darme cuenta,” le respondió ella.
“Necesitas ser más consciente de cómo funciona mi coche,” le dijo.
Cuando ella se siente insegura por algo, necesita acercarse a él. Le aseguró que lo haría en adelante. Pero, todavía estaba sorprendido de que ella no se diera cuenta que era anormal esa suavidad tan palpable.
“Mira esto,” dijo, mientras él pisaba el freno en medio del tráfico y aparcaba el coche. “Mira como el pié llega hasta el fondo. Esto es por lo blando del pedal. Lo llevaré mañana al taller,” dijo él.
“De acuerdo. Entiendo,” dice ella
“¿Y no lo notaste antes?” pregunta él
“No, no puedo decir que me diera cuenta,” le explicó.
Ya estaban cerca de su casa. Lo llevó hasta el garaje.
“Me sorprende bastante que no te des cuenta de estas cosas,” dijo él
Interiormente, ella suspiró. Por fuera, era el modelo de paciencia angelical.
“Realmente, no me di cuenta de la suavidad del freno. Lo siento.”
“¿No te vas a poner más alegre?”
“No, cariño. No.”
“Sería mejor.”
“No, no puedo estar contenta.”
“Por dentro, te veo muy descarada. Me gustaría controlarte también esta faceta. No tengo humor para estar con una mujer descarada.”
“Sí, señor.”
Salió del coche y ella se encaminó hacia las escaleras. Sabía lo que estaba pasando.
Ayer, fue azotada con la fusta. Un castigo atrasado. Uno de los enigmas del hombre dominante es que, apenas ha azotado a su mujer y guarda la fusta, siente una intensa excitación. Sin embargo, las circunstancias pueden privarle de la intimidad con su mujer en ese momento. Esta es una situación profundamente insatisfactoria, tanto para él como para ella, que puede convertirse en el germen de su confusión interior.
Lectora sumisa, puedo verte asintiendo con tu cabeza de mujer. Veo que estás siguiendo con atención esta lectura y quiero ayudarte. ¿Qué debería hacer una mujer en tales circunstancias?
Como Nicole Kidman le dijo a Tom Cruise en “Ojos libertinos” al final de la película, cuando él le habla a ella de su noche libertina: “Sólo hay que hacer una cosa: FOLLAR.”

domingo, 23 de octubre de 2011

La inspección

Estamos acostados en la cama por la mañana.
“Quiero que hoy seas una buena chica para mí,” digo. “Cuando te hayas duchado, voy a llevar a cabo una inspección de tu cuerpo, antes de que te pongas cualquier ropa.”
Me ducho y afeito primero, me visto y preparo el café. Estoy sentado leyendo el periódico hasta que ella sale del cuarto de baño. Tiene una toalla retorcida alrededor de su cabello húmedo y otra alrededor de todo su cuerpo.
“Ven aquí,” le digo señalando un punto enfrente, justo de donde estoy sentado.
Miro hacia ella. Alargo mi mano y tiro de la toalla más baja. Instintivamente, mueve sus manos para tratar de cubrir su desnudez.
“Las manos a los lados,” le digo.
Me pongo de pie y camino lentamente alrededor de ella. “¿Has completado tu aseo?”
“Sí, señor,” dice ella.
“¿Te has lavado por detrás de las orejas?”
“Sí, señor.”
“Abre tu boca,” digo.
Miro por dentro, me aseguro que sus dientes han sido cepillados. Miro en sus oídos, poniendo mi dedo meñique en cada uno para ver si están todavía mojados.
“Levanta tus brazos,” digo.
Acaricio sus axilas para comprobar si se ha rasurado. Su piel está suave.
“Enséñame las uñas,” le digo.
Extiende sus manos. Las uñas están cuidadas y limpias y pintadas.
“¿Están tus piernas suaves?”
Ella pone una mano en mi hombro para sostenerse, luego levanta una pierna. La acaricio con mi mano arriba y abajo. Luego levanta la otra y hago lo mismo. Todo es satisfactorio.
“Abre tus piernas,” digo.
Ella baja sus ojos mientras hace lo que le he dicho. Pongo mi mano entre sus muslos para ver si su coño afeitado está suave, puesto que se lo requerí. Introduzco un dedo dentro. Está húmedo pero no con ese mojado resbaladizo.
“Gírate y tócate las puntas de tus pies,” le digo.
Ella lo hace. Separo sus nalgas y le hecho una vistazo al pequeño agujero entre ellas. Pongo mi dedo contra el mismo. Está muy limpio, pero todavía humedecido por la ducha. Cojo una toallita de papel y lo seco.
“De acuerdo,” digo, “sécate tu pelo y vuelves luego.”
“Sí, señor,” dice ella, y se va de inmediato. Reanudo la lectura del periódico. Cuando volvió, me encantó ver que no había cubierto su cuerpo con una toalla. Está todavía desnuda.
Acércame tres juegos de ropa interior para elegir,” digo.El primer par que me muestra es blanco, satén con encaje, elegante y casto. El segundo conjunto es rojo rosa, semi diáfano, con una cinta roja más oscura por los filos. Las bragas eran muy pequeñas aunque no llegaban a ser una tanga. El tercer conjunto era de algodón blanco, de un corte modesto, con pequeños corazones estampados. Me decido por este último conjunto. Le extiendo las bragas para que introduzca los pies por ella, luego las subo hasta sus caderas. Giro alrededor de ella, meto sus brazos a través de las tirantas del sujetador y las copas del sostén contra sus pechos. Abrocho las presillas por detrás.
“Búscame una falda,” le digo.
Rechazo la primera que me trae, que es negra, estrecha y alargada. La segunda me gusta más. Es más corta, acampanada, de color rosa. Elijo una camiseta blanca en juego con ella.
“Vamos a mirar los zapatos,” digo.
Selecciono un par de sandalias blancas. Miramos en su joyero y elijo unos pequeños pendientes azules para sus orejas. Abrocho su collar alrededor de su cuello, que tiene una pequeña etiqueta de plata. Hay un número en la etiqueta. Solamente ella y yo sabemos lo que significa.
Le digo que se haga una cola de caballo con su pelo. “Luego, te maquillas. No mucho.”
Ya que ella ha terminado, he llegado al final del periódico. Hago que se gire hacia mí.
“Perfecto,” digo. ¡Qué mujer más buena eres!
Ella sonríe.

miércoles, 19 de octubre de 2011

No hay dolor y luego, hay dolor

Por lo que yo veo, hay tres tipos de dolor, dos de los cuales, caen en el ámbito del Sm (sadomasoquismo).
El otro es el dolor normal, el viejo dolor: te golpeas el dedo de tu pie, o tienes un dolor de cabeza, o sufres la pérdida de alguien querido. Eso duele y no hay nada realmente eficaz contra esto: es un dolor que no tiene respuesta, desagradable, poco atractivo y no consensuado. No importa lo masoquista que seas, siempre habrá algunos dolores que caen en esta categoría, tales como la sensación de úlcera en la boca que produce un cosquilleo agradable cuando se come algo ácido, o en el otro extremo del espectro, la experiencia de crecimiento espiritual a través de un periodo doloroso en la vida. Estos beneficios accidentales son un tema interesante por sí mismos, pero no son el objetivo de mi artículo. Voy a aparcar este tipo de dolor a un lado, por el momento, y centrarme en los otros dos.
El dolor bueno
A mi modo de ver, hay dos campos distintos de dolor dentro del Sm. Existe el: “Oh, Dios, sí, por favor, no dejes de hacer esto,” dolor y el “Oh, Dios, no por favor, deja de hacer esto, haré lo que sea,” dolor.
¡Oh, Dios, sí, por favor, no se te ocurra de parar esto!
Las masoquistas: “No des marcha atrás en esto, ¿vale?” Este es el tipo de dolor que le hace sentir que está volando. Las endorfinas están corriendo, la están poniendo toda caliente, excitada y es su felicidad. Es una mujer poco codiciosa cuando consigue este tipo de dolor. No quiere que termine. Sólo quiere continuar flotando en el interior de las hermosas sensaciones que su pareja está creando en ella. Algunas veces, siente que puede ver las chispas o cómo brillan las cosas. Los sonidos son diferentes y, por lo tanto, son de colores. Siente cómo sus palabras tocan su piel cuando le habla. Está conectada a la tierra a través de él: nuestra conexión es una correa de sujeción segura.
¡Oh, Dios, no, por favor! Deje de hacer esto. ¡Haré cualquier cosa!
La sumisa: estoy seguro que todos ustedes estarán de acuerdo que esto es una sensación de bienvenida, pero sospecho que algunas sabrán de dónde vengo a esto. La sumisa odia este tipo de dolor. Pero, lo anhela de vez en cuando. Tal vez, parte de la atracción sea el psicodrama que se le ofrece con las sensaciones físicas. Negociado de una manera segura, la sumisa está realmente dispuesta a dar rienda suelta. Este tipo de dolor no la excita (o, más específicamente, por el momento, no lo está experimentando). Cualquier excitación previa que se haya acumulado, se ha ido en un instante, tan eficaz como un balde de agua fría. Ya no tiene coño. No existe en su mente tal cosa como el sexo. Todo lo que le importa es el dolor y lo único que la importa es la distancia entre ella y lo que tenga que conseguir para que él se detenga, justo para que no la folle en este preciso momento. Hay algo en ella que florece con esta experiencia. Crece mucho en el miedo y en el drama y después se siente emocionalmente limpia. Es una catarsis pura.
Pero, hay otro tipo de razón por el que ella distingue el primer tipo de dolor del segundo y es como ella ve a la persona que está distribuyéndole el dolor. Por supuesto, esto está dentro de los límites del consenso y no le gustaría ir ahí con alguien que no respetara la palabra de seguridad y los límites que acordados. Pero, hay una gran parte de ella que no quiere el segundo tipo de dolor, que le rogaría, engatusaría y negociaría para salir del mismo. Parte de lo que anhela y disfruta y goza en el segundo tipo de dolor, es el sadismo egoísta de su pareja que, a pesar de sus súplicas, continúa.
Lo hace porque le excita y ella lo soportará porque lo hace por él. Su dominante no está ignorando las lágrimas y el dolor de ella – se las está bebiendo. Las lágrimas y el dolor de ella hacen que su polla se ponga dura. En verdad, la injusticia de esto, la excita. No la excita en ese preciso momento, puesto que es algo que ella lleva consigo en el resto de sus interacciones y la pone más excitada para él, incluso sabiendo que él tiene eso dentro de sí mismo, no importa cuánto afecto y amor él tenga por ella. También esconde el deseo de que realmente le duele, más de lo que ella le ama. Por supuesto, le quiere de verdad – sólo necesita que él sea un poco convincente con sus azotes.
Usted puede haber notado que atribuyo el primer tipo de sensación al ámbito de las masoquistas y el segundo a la esfera de las sumisas. Reconozco que estos términos son una herramienta muy contundente para analizar esta distinción, pero creo que se pueden extraer algunas generalizaciones muy útiles.
Con la primera “¡Oh, sí!” dolor, esto está muy cerca de cómo funciona el sexo – el dominante lo suele utilizar directamente para darle sensación de placer. Es recíproco – ambos están haciendo algo que los dos disfrutan – pero, esto no es follar. Todo el mundo tiene claro que esto es una buena cosa. Yo asocio esto más con el masoquismo, porque, de alguna manera, esto es más una actividad de rellenos que una actividad dominante. Exactamente, ella está consiguiendo lo que quiere y él está sudando la gota gorda para dárselo. Con la segunda “¡Oh, no!” dolor, hay más en juego a nivel psicológico: se trata del poder, es sobre el sacrificio y juega con su consentimiento. No es la sensación de que ella está saliendo adelante y, no está claro, que esto sea realmente para uno de los dos, ella o él (por supuesto, es para los dos, pero me parece que la línea es muy borrosa hasta que ella llega al otro lado de la sesión).
¿Por qué estoy ponderando los diferentes tipos de dolor en este momento?
Recientemente, ella – me comentó – que tuvo su primer orgasmo con el dolor. Fue absolutamente increíble. Eso, y… bien… su Dominante la estaba amenazando con algo bastante horrible en ese momento. Se encuentra tan excitada por él cuando lo hace, que se retuerce. Sin embargo, ella sigue desesperada para hablarle de todo esto. Sus emociones están muy mezcladas al respecto. Espera que, por Dios, no sean una broma.
Como final, parte de lo que ella anhela en el segundo tipo de dolor, es el sadismo egoísta de su pareja que continúa a pesar de sus plegarias. Él lo hace porque le excita, y lo hace porque ella lo soportará por él. El dominante no está solamente haciendo caso omiso de sus lágrimas y su dolor, sino que lo está disfrutando.
Me parece genial y estoy de acuerdo con la distinción, así como el hecho de que “ella hará cualquier cosa para que él se detenga.” Este tipo de dolor es solamente posible en el contexto de una relación en el que el Dominante (amorosamente) presiona a su sumisa más allá de sus límites.

sábado, 15 de octubre de 2011

Unos azotes

¿Existe relación entre creatividad y excitación?
Creo que, superficialmente, habrá que decir sí, sobre todo, una vinculación. Después de todo, los amantes, los poetas, los músicos, los artistas, etc., han estado creando obras de arte durante mucho tiempo mientras han estado enamorados (lo cual es bastante tiempo). Cuando se les preguntan que les inspiran, todos se refieren a la musa de su amante como la fuente de su motivación.
¿Fin de la historia?
Bueno, tal vez no. Puesto que este blog está principalmente interesado en la D/s como opuesto a las formas mundanas de las relaciones, parece justo que yo examine la cuestión desde la perspectiva de aquellos que puedan estar involucrados en una relación D/s o, quizás, intenten estarlo.
Como dominante, puedo afirmar categóricamente que, más o menos, mi creatividad ha sido impulsada por aquellas mujeres que me han dado la oportunidad de compartir algún tiempo con ellas, bien en una relación formal o, incluso en una sesión ocasionalmente informal. Me doy cuenta que siempre intento llegar con nuevas ideas en todas las facetas de mi vida y, como pueden comprobar también en este blog, para mantener las cosas frescas y excitantes. Curiosamente, las mujeres diferentes me afectan de diferentes maneras. Con esto quiero decir que raramente usaré las técnicas que desarrollo para una sumisa, en otra. Claro, hay ciertas cosas estándar que tiendo a probar en todas ellas, pero una vez que comprendo mejor sus necesidades, intento adaptar un sistema más personalizado. Una misma talla no sirve para todas.
También, he notado que los vídeos de Webs sádicas famosas muestran bastante originalidad. El hombre ha trabajado con cientos de modelos y, sin embargo, siempre ha encontrado algo nuevo por hacer en cada uno de ellas. Claramente, su creatividad fue provocada por su excitación al colocar a estas mujeres bajo su mano.
Pero, ¿qué pasa con la mujer sumisa? ¿Se aplica el mismo sistema  a ella? Después de todo, ella no es la única que diseña las sesiones, forma el equipo, los implementos o decide lo que le va a suceder. ¿Cómo puede ella ser creativa?
Yo diría que su excitación puede provocar su gran creatividad. Puede parecer como una actividad artística, como, por ejemplo, escribir o pintar. Pero también puede encontrar nuevas maneras de complacer a su pareja dominante. Una vez que ella aprende y conoce lo suficiente sobre él para juzgar cómo reacciona, el buen desarrollo de la sumisa busca nuevas formas de ser complaciente. Ella puede modificar su comportamiento de la manera que espera que la vaya a encontrar más atractiva. Ella puede desarrollar ciertas tareas domésticas, incluso antes que él se las haya pedido, en un intento de crear un entorno más agradable para él. Ella puede empezar a buscar nuevas maneras de comportarse por sí misma, para presentarse ante él, en su ropa, su maquillaje, etc. He conocido a mujeres pasando horas delante de un espejo, intentando diferentes looks, viendo los que funcionan y no funcionan. ¿Vanidad? No, en absoluto. Más bien, un intento legítimo de ser más creativa y al hacerlo así, ser más agradable.
Por supuesto, algunas veces, ella comete un error. Otras, hacen algo con la mejor intención, solamente para descubrir (demasiado tarde) que no le gustó en absoluto, todo lo contrario. Así que, existe siempre un peligro de cometer algún fallo y la posibilidad también de un castigo. Pero, la sumisa bien entrenada acepta esto como parte del proceso en curso de estar mejor preparada para satisfacer las necesidades de su Dominante. No hay nada de malo con errores ocasionales. No aprender de estos errores es un problema.
Así que, sí, creo que existe una relación entre la excitación y la creatividad y, además, creo que tiene un significado especial en el estilo de vida de las relaciones D/s.
Ahora, salga y sea creativa.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Creatividad y excitación

¿Existe relación entre creatividad y excitación?
Creo que, superficialmente, habrá que decir sí, sobre todo, una vinculación. Después de todo, los amantes, los poetas, los músicos, los artistas, etc., han estado creando obras de arte durante mucho tiempo mientras han estado enamorados (lo cual es bastante tiempo). Cuando se les preguntan que les inspiran, todos se refieren a la musa de su amante como la fuente de su motivación.
¿Fin de la historia?
Bueno, tal vez no. Puesto que este blog está principalmente interesado en la D/s como opuesto a las formas mundanas de las relaciones, parece justo que yo examine la cuestión desde la perspectiva de aquellos que puedan estar involucrados en una relación D/s o, quizás, intenten estarlo.
Como dominante, puedo afirmar categóricamente que, más o menos, mi creatividad ha sido impulsada por aquellas mujeres que me han dado la oportunidad de compartir algún tiempo con ellas, bien en una relación formal o, incluso en una sesión ocasionalmente informal. Me doy cuenta que siempre intento llegar con nuevas ideas en todas las facetas de mi vida y, como pueden comprobar también en este blog, para mantener las cosas frescas y excitantes. Curiosamente, las mujeres diferentes me afectan de diferentes maneras. Con esto quiero decir que raramente usaré las técnicas que desarrollo para una sumisa, en otra. Claro, hay ciertas cosas estándar que tiendo a probar en todas ellas, pero una vez que comprendo mejor sus necesidades, intento adaptar un sistema más personalizado. Una misma talla no sirve para todas.
También, he notado que los vídeos de Webs sádicas famosas muestran bastante originalidad. El hombre ha trabajado con cientos de modelos y, sin embargo, siempre ha encontrado algo nuevo por hacer en cada uno de ellas. Claramente, su creatividad fue provocada por su excitación al colocar a estas mujeres bajo su mano.
Pero, ¿qué pasa con la mujer sumisa? ¿Se aplica el mismo sistema  a ella? Después de todo, ella no es la única que diseña las sesiones, forma el equipo, los implementos o decide lo que le va a suceder. ¿Cómo puede ella ser creativa?
Yo diría que su excitación puede provocar su gran creatividad. Puede parecer como una actividad artística, como, por ejemplo, escribir o pintar. Pero también puede encontrar nuevas maneras de complacer a su pareja dominante. Una vez que ella aprende y conoce lo suficiente sobre él para juzgar cómo reacciona, el buen desarrollo de la sumisa busca nuevas formas de ser complaciente. Ella puede modificar su comportamiento de la manera que espera que la vaya a encontrar más atractiva. Ella puede desarrollar ciertas tareas domésticas, incluso antes que él se las haya pedido, en un intento de crear un entorno más agradable para él. Ella puede empezar a buscar nuevas maneras de comportarse por sí misma, para presentarse ante él, en su ropa, su maquillaje, etc. He conocido a mujeres pasando horas delante de un espejo, intentando diferentes looks, viendo los que funcionan y no funcionan. ¿Vanidad? No, en absoluto. Más bien, un intento legítimo de ser más creativa y al hacerlo así, ser más agradable.
Por supuesto, algunas veces, ella comete un error. Otras, hacen algo con la mejor intención, solamente para descubrir (demasiado tarde) que no le gustó en absoluto, todo lo contrario. Así que, existe siempre un peligro de cometer algún fallo y la posibilidad también de un castigo. Pero, la sumisa bien entrenada acepta esto como parte del proceso en curso de estar mejor preparada para satisfacer las necesidades de su Dominante. No hay nada de malo con errores ocasionales. No aprender de estos errores es un problema.
Así que, sí, creo que existe una relación entre la excitación y la creatividad y, además, creo que tiene un significado especial en el estilo de vida de las relaciones D/s.
Ahora, salga y sea creativa.

domingo, 9 de octubre de 2011

¿Quién sirve a quién?

Traigo a colación este tema porque me parece que es un asunto poco tratado en los blogs de D/s o si lo es, se habla casi siempre desde la perspectiva de la sumisa. En una relación D/s, la oportunidad de servir existe para ambas partes, para sacar lo mejor el uno del otro. Es un tema importante. En una situación ideal, no solamente es la parte dominante quien modifica y transforma que la sumisa sea la mejor persona posible, ambos dentro de la relación y como individuos, sino que la sumisa tiene la oportunidad de modificar y transformar al dominante para que sea un tipo de dominante que sirva lo mejor que pueda a las necesidades de los dos.
Quiero subrayar este último punto. Una y otra vez, he leído que el rol de la sumisa es servir al dominante. Yo nunca me he sentido realmente cómodo leyendo esa declaración. Me parece que ambas partes están para servirse el uno al otro, no uno más que el otro.
Es muy importante que la sumisa tenga un dominante en el cual ella pueda confíar. Ella le busca para su dirección. Él es su brújula y sin que la guie, ella puede estar bastante perdida. No se trata de que ella se sienta sin esperanzas, inútil o incompetente. Lejos de esto. Las mujeres sumisas que yo conozco son orgullosas, brillantes y con un fuerte sentido de sí mismas; competentes, cumplidoras y más que capaces. Sin embargo, también son amables, sensibles y confiadas con su dominante por su sentido del bienestar. El que estas mujeres capaces e inteligentes requieran un líder o un jefe, es una de las contradicciones de la D/s; de hecho, lo demandan.
Ellas necesitan un dominante para que sirvan a sus intereses; no un dominante cualquiera, sino un gran dominante que funcione para confiarle todas las cualidades deseadas: sabiduría, comprensión, resolución, paciencia, pensamiento estratégico y mano firme. Es inaceptable que él tenga que ajustarse a su sumisa, independientemente de que ella esté loca por él. Su conducta debe estar más allá de su acercamiento a ella para que esta entienda que es su comportamiento lo que está en cuestión. Si él puede mantener el control de sí mismo, le está demostrando a ella que el comportamiento civil y controlado siempre es esperado y alcanzable.
Por supuesto, tanto el dominante como la sumisa son meros mortales y ambos cometerán errores. Pero, una mujer sumisa no gana nada de un dominante que es incapaz de controlar sus emociones, al igual que las de ella. Él tiene el poder para ponerla de rodillas, mandarla callar o corregirla cuando su conducta esté descontrolada. Ella no tiene tal poder. Sin embargo, ella tiene el poder de votar con sus pies. Ella demanda que su dominante sea creíble, controle y exhiba una conducta ejemplar. Ella tiene que creer en sus huesos para que el mismo hombre pueda elegir la fusta para azotarla, para recordarle cuál es su sitio, es el hombre que la protegerá hasta el fin de la tierra; que quiere que ella sea completamente feliz; que será la primera persona en animarla en sus victorias o abrazarla y consolarla cuando el mundo la haya hecho daño o le haya dado la espalda. Él es su padre, su hermano, su amante, su mejor amigo. Él la sirve bien.
Llegar a ser la mejor sumisa, una sumisa feliz y contenta, no es solo un tema de suerte. La sumisa más capaz y cumplidora es tal porque tiene un dominante con mano firme, pensamiento noble y mente fuerte. Cuando su dominante es la esencia de la fuerza, la sabiduría y humanidad con sus mejores intereses en su corazón, no es coincidencia de que ella sea capaz de servirle con humildad, honor y virtud femenina. Su placer es servir con orgullo al hombre que exige más de sí mismo de lo que jamás le exigirá a ella.

viernes, 7 de octubre de 2011

La necesidad básica de ser penetrada

La luz del cuarto de baño cercano brillaba fuera del alcance de mi pene húmedo y resbaladizo, cuando ella sacó su cuerpo del mío.
“¡Ufff!” gimió mientras ella se ponía a mi lado y comenzaba a contar una historia sobre la idea de abandonarse el uno en el otro.
Ella había estado montada sobre mi pene durante bastante tiempo, corriéndose una y otra vez. Ella es increíblemente multiorgásmica. Fui capaz de mantenerme  fuerte todo el tiempo, presionando mis caderas hacia arriba y hacia abajo a la vez que ella empujaba las suyas hacia adelante y hacia atrás, mientras montaba mi cuerpo que estaba dejado del suyo. Cerraba los ojos, giraba su cabeza a derecha e izquierda y la sujetaba con mis brazos extendidos como si ella estuviera bailando una danza sexual.
Yo había llegado hasta sus hombros, empujando su torso tenso hacia abajo contra mis caderas y presionándolas hacia arriba contra las de ella y manteniéndola penetrada con mi pene. Ella no iba a ninguna parte.
Sus gemidos la hacían vencedora, los cuales luego se tornaban en llanto. Podía sentir el calor de su coño y sus muslos aumentaban la temperatura mientras su orgasmo estallaba. Su boca se abrió, su respiración se detuvo y su cuerpo entero se convulsionó hasta que finalmente, ella pudo respirar, abrir sus ojos y luego el colapso de su cuerpo sobre el mío.
Fue la cosa más hermosa que yo había visto nunca.
Ella se entregó por completo a mí, me abrió su alma por completo y se sometió ella misma por completo a mí.
Yo no estaba follando su coño, yo no estaba follando su cuerpo, sino que yo estaba follando su alma.
Lo que ella sentía en ese momento, sinceramente, no lo sé.
Pero, después de que hubiera orgasmado varias veces de esta manera, una detrás de otra, ella me recitó, bastante entregada, su compromiso. El tono de su voz derrotada, declarándose a sí misma de mi propiedad, prometiendo hacer cualquier cosa que yo quisiera, entregándose por completo a mí.
Yo no tuve que inmovilizarla, esposarla ni azotarla o amordazarla. Sólo hizo falta mi presencia dominante, mi polla, varios orgasmos poderosos uno detrás de otro y ella, finalmente, cedió.
Al tiempo que estaba acostada a mi lado, después admitió sentirse asustada y vulnerable, al abrirse tanto a mí y entregarse de esta manera.
Ciertamente, yo no tenía deseos de hacerle daño, atarla, humillarla avergonzarla o sonrojarla. Yo sólo quería hacer que se corriera. ¡Qué orgasmara!
En última instancia, eso es a lo que se reduce. Es lo que todas las mujeres necesitan.
A pesar de los logros de una mujer, su sofisticación, su refinamiento, su elegancia, encanto, inteligencia, madurez y todo la que la convierte en un miembro muy respetado y querido de la sociedad, ella necesita ser follada y correrse.

martes, 4 de octubre de 2011

Más sobre el castigo...

Según tengo entendido, la pregunta de la Anónima dos en el artículo anterior, es esta: “Cuando un dominante está administrando un castigo a su sumisa por alguna ofensa cometida, ¿es posible que él pueda llevar a cabo la sentencia derivándose algún placer al ejecutarla? Y si es así, ¿debería hacerlo? O ¿no debería castigar, de una manera “judicial”, motivada solamente por su deber principal, centrándose solamente en la lección que él está buscando para impactar a la mujer desobediente?”
Mi propio sentimiento es que si el dominante escoge un medio de castigo que tiene similitudes con las prácticas llevadas a cabo durante la interacción placentera con su sumisa, es casi imposible para él aislarse para no  llegar a excitarse. Si disfruta azotando a su mujer con el cinturón o con una paleta o con una cane o con una fusta, entonces, por mucho que intente hacer el castigo diferente, si también emplea tales medios para corregirla, entonces está limitado para conseguir algo de placer de todo esto. La asociación en su mente de la cane o lo que sea con los placeres de la D/s, con seguridad, anulará cualquier intento de provocar solamente un castigo.
Y me parece que hay un peligro al difuminar la distinción entre el dolor placentero y el dolor disuasivo. Porque si las experiencias del dominante excitan mientras la castiga, ¿no podría  diseñar situaciones en las cuales ella esté casi condenada a cometer una ofensa punible? ¿Puede que él no establezca las tareas en las que sabe que ella va fracasar, negarle cosas que él sabe que ella es incapaz de hacer, solo por tener la oportunidad de tener una buena razón para castigarla? Y, ¿si el dominante no examina sus motivos cuidadosamente bien y se engaña a si mismo sobre sus verdaderas intenciones, entonces, no es él culpable de buena fe?
Otro peligro es que la mujer sumisa llegue a reconocer que a su dominante le produce  placer  aplicarle el dolor como castigo. Las sumisas son muy inteligentes al intuir tales cosas. Puede que no tanto, ya que después de todo, su motivo principal en la relación es agradarle y ella misma, deliberadamente, decide incumplir las órdenes dadas, solo para que pueda tener por si misma el placer de entregarle el placer de azotarla. Y, ¿qué es esto si es una desobediencia u ofensa imperdonable que siempre debe ser vigilada por el dominante de la sumisa? Si ella es sutil, su dominante pudiera no darse cuenta de que le está manipulando, lo cual hace que las cosas empeoren.
Por lo tanto, con estas razones, estoy a favor de una completa separación entre los métodos de castigo y los métodos de impartir el dolor de placer. Mejor elegir las formas de castigo que no se puedan convertir en una experiencia excitante, tanto por el dominante como por la sumisa. Y, sin embargo, la pregunta de Og se produjo en el contexto de una entrada al blog sobre lo que parecía ser un castigo (para algunas ofensas no especificadas) que comparten muchas características del dolor o placer del intercambio de poder dentro de la D/s. ¿No estoy contradiciéndome a mi mismo?
Posiblemente. Yo no pido que sea infalible. Sin embargo, ¿no está claro que la desgraciada sumisa que, está a punto de ser azotada enfáticamente con el cinturón en las zonas más sensibles de su cuerpo, no le dé la bienvenida? De hecho, ella teme y hace lo imposible para evitarlo. Creo que el dominante todavía podría hacer caso, a pesar de todo lo que he dicho anteriormente, de administrarle el castigo de tal manera que no pudiera posiblemente equivocarse por placer, a pesar de las semejanzas superficiales con los escenarios llenos de placer. Si el dominante  ve que es implacable con su determinación, a pesar de las protestas y los ruegos, si está convencido que tiene motivos impecables, si su comportamiento es severo y grave, por encima de cualquier sospecha de que está disfrutando secretamente de los azotes que va a impartir, entonces, quizás, puede dejar escapar la posibilidad de que está motivado por otra cosa diferente a su deber. Y creo que, en este caso en particular, está claro que el castigo puede ser visto para adaptarse a la ofensa, como idealmente debería ser. Es evidente que lo que ella ha hecho está bien, por participar en el “autoabuso”, de una manera contraria a las normas y al establecer castigarla corporalmente en la misma parte de su cuerpo donde el castigo físico se hace más ostensible, el dominante puede ser visto como justo al aplicar una justicia ejemplar. Solamente él puede saber si su conciencia está tranquila.
Si algunas de mis lectoras persisten en ver un mensaje mezclado en mi texto y consiguen humedecerse al leer el castigo tan manifiestamente desinteresado, no es mi problema, ¿vale?