miércoles, 30 de noviembre de 2011

Sí y no

Hoy, alguien me ha recordado algo que yo había escrito anteriormente en otro artículo:
“La esencia de la sumisa es decir: sí. La esencia del dominante es decir: no.”
¿Qué es lo que quiero decir?
El poder y la energía de la sumisa son usados al servicio de otro. La sumisa nunca rechaza una petición o una orden. Su respuesta es siempre “sí.” “Sí, haré tal como se me diga.” “Sí, voy a confiar en usted para que me cuide.” “Sí, seré honesta en todas nuestras interacciones.”
El dominante expresa su poder y energía a través del control y responsabilidad sobre sí mismo y otra persona. La implicación aquí es decir “no”. “No, no perderé el control de mí mismo.” “No, harás lo que yo te diga.” “No, usted no tiene mi permiso.”
Aunque estoy seguro que es posible reorganizar estas frases para adaptarlas a sus sentidos semánticos, creo que el sentimiento subyacente es correcto. Por definición, la sumisa está bajo el control del dominante. Ella le ofrece sus servicios y su acuerdo completo con todas las cosas. Sin importa cuán fuerte la presione, ella hará tal como le diga. Por supuesto, si alguna vez, ella siente que la relación ha migrado a una zona de abuso y que sus peticiones son imposibles para ella, esta puede elegir el terminar la relación, a sabiendas que será el final. Pero, bajo condiciones normales, ella siempre dirá “sí”. Esto puede ser incómodo, puede herir, puede ser desagradable, pero ella no tiene otra opción.
Ella hace esto, porque confía en su pareja para que la controle de una manera responsable y para desarrollarla de forma inteligente.
El dominante encuentra una satisfacción enriquecedora en el ejercicio del poder de control y en el desarrollo de su pareja. Se enorgullece de sus logros, siente una cierta vanidad en mostrar a su “bebè” y encantado por los servicios que ella le ofrece. Él disfruta de su responsabilidad al cuidarla, desarrollándola y protegiéndola. Hay una emoción íntima al saber cómo  la controla y cómo ella ha puesto todo, incluso su propia vida, en sus manos.
Por lo tanto, ambas partes ganan. Sin embargo, ambas partes deben dar su opinión sobre la relación. Lo que ofrecen es muy diferente, no están en la misma línea. Pero,  si ambas partes no se preocupan de lo que la otra necesita, la relación está condenada al fracaso.
Por supuesto, esto trae a colación la pregunta de la sumisión individual. ¿Qué es lo que una sumisa hace, cuando no tiene un dominante que la controle, la facilite un marco y una estructura y regule su conducta?
Esto, creo que será el tema de mi próximo comentario en este blog.


domingo, 27 de noviembre de 2011

En el bar

Empezamos a hablar con él mientras estábamos sentados en el bar. La conversación fluía con facilidad y, finalmente, nos trasladamos a unos asientos más cómodos en la parte posterior del salón. Bebimos mucho más y pronto estuvimos hablando sobre sexo. Él podía ver que yo era mayor que ella y un buen negocio y esto despertó mi curiosidad. Contesté a unas pocas preguntas suyas y se dio cuenta de que ella era sumisa.
“¿Qué significa eso exactamente?” preguntó él.
“Significa,” repliqué, “que ella hace sexualmente lo que yo digo. Exactamente.”

“¿Realmente?” Sus ojos se abrieron de par en par. “Sospecho que es duro creer en esto actualmente y con esta edad. Usted sabe, cuando las mujeres están destinadas a ser liberadas, etc.”

“Ella está tan liberada como nadie,” digo. “Ella ha elegido libremente no negármelo.”

Él parecía no estar convencido. Miré a mi alrededor. Las luces estaban bajas y no había nadie cerca de nosotros. Ella y yo estábamos sentados en un sofá opuesto al de él, con una mesa baja entre él y nosotros.

“Enséñale tus bragas,” le dije a ella.
Ella le miró fijamente. Llevaba una falda que me gustaba mucho, corta, pero completa, no ajustada. Ella se la subió hasta la cintura y la mantuvo ahí mientras él miraba. Luego, la dejó caer.
“Por Dios,” dijo él. Pensó durante un momento. “Por cierto, ¿qué consigue usted al hacer que ella haga esto?”
“No voy a darle a usted una lista de explicaciones,” dije. “Pero, algunas veces, la pongo sobre mis rodillas y la azoto. Me gusta hacer eso.”
“Lo apuesto,” dijo él. “Porque, seguramente, ella no hará cualquier cosa.”
Pude ver cómo su mente estaba dando vueltas. Él había empezado a preguntarse si llegaría a tener suerte. No pude resistir el burlarme de él un poco.
“Ve al cuarto de aseo señoras,” le dije. “Quítate las bragas y me las traes.”
Sin decir ni una palabra, ella se puso de pie y se marchó. Cuando se fue, él me acribillaba a preguntas. “¿Existían límites a lo que ella debería hacer?”  Por supuesto, le expliqué que sí. Nunca la ordenaría hacer algo que le hiciera daño. Pero, por lo demás, todo era posible.
Ella volvió y se sentó de nuevo. Me entregó sus bragas y las guardé en mi bolsillo.
Enséñale lo que él quiere ver,” le ordené.
Ella levantó su falda otra vez y, lentamente, separó sus piernas. Dejó que los ojos de él festejaran la visión y, luego, su falda volvió a su posición.
“Ya es tarde,” dije. “Será mejor que nos vayamos a dormir.”
La decepción estaba a la vista en su cara. Ella se levantó para irse. Mientras se giraba para marcharse, levantó su falda por la parte posterior, mostrándole su culo desnudo, antes de alejarse rápidamente.
Subiendo las escaleras hacia nuestra habitación del hotel, ella sonrió. “Me estaba preguntando lo lejos que habías llegado.”
“Yo también,” dije. “Si te hubiera dicho que lo llevaras fuera y le chuparas la polla, ¿lo habrías hecho?”
“Probablemente,” dijo ella. “Pero, me sentí muy aliviada de que no me lo dijera.”
“Quizás, la próxima vez,” dije.
Ella tenía esa mirada mendicante en sus ojos. “Fólleme, por favor,” dijo ella.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Someterse físicamente

Habían hecho planes para reunirse en la casa de ella, bloqueando todo para estar toda la tarde juntos. Los dos sabían lo que estaban planeando, pero ella no tenía ni idea de lo que pudiera pasar.
Una vez que estuvieron en el dormitorio y con las ropas quitadas, ella se quedó asombrada de la belleza del cuerpo de su dominante. Delgado, fuerte y tonificado, la forma de su cuerpo era la cosa más agradable y hermosa que ella hubiera visto jamás. El color de su piel tostada, tan bella como la arena de la playa, suave y lisa al tacto de la yema de sus dedos. Por lo general, ella era bastante tímida, según su apariencia, puesto que había tenido sobrepeso un tiempo atrás. Tenía miedo de que él pudiera sentirse incómodo con lo que viera, pero, a su vez, él estaba contento. Su placer la hizo llevarla al cielo con el deseo, mientras él acariciaba su piel y hundía su lengua en la boca de ella.
Las cinco horas se desdibujaron orgasmo tras orgasmo, con su pene profundamente mentido dentro de ella y su lengua y dedos sumergiéndose en cada orificio, sondeando y buscando. La penetró por todas partes, a voluntad, y ella cedió voluntariamente, la sorprendió. Su placer era insoportable. Cuando él agarró las piernas de ella, las puso sobre su cabeza y su cara se incrustó en su coño, ella no podía respirar. Ella gritaba de placer, una y otra vez, faltándole el aliento entre los orgasmos. Ella quería más y más, ser cogida, ser lamida, ser penetrada y sometida a su propio éxtasis.
Él sabía lo que ella necesitaba, incluso cuando ella misma no lo sabía. Él sabía lo que le gustaba, incluso aunque él no lo hiciera por esta razón. Él cogía el cuerpo entero de ella para su propio placer. Lo probaba, lo penetraba, lo follaba, lo lamía, lo hacía correrse repetidamente, todo para su propio placer. Ella era su orquesta y él estaba escribiendo la sinfonía. Cada nota que ella golpeaba con sus lamentos, cada gemido que emanaba de su garganta, cada bocanada de aire, todo era música para sus oídos. Ella era el instrumento, él era el compositor y el músico.
Ser complacida de tal manera era totalmente nuevo para ella, descubrió que una vez que alguien entra en la Tierra Prometida, no hay manera de que la deje por voluntad propia. Ahora, ella era esclava de sus deseos. Ver su sonrisa, saber que, de alguna manera, le había complacido, consolarle, apoyarle, protegerle, ser de su propiedad, ceder ante él, ser dirigida por él, ser entrenada por él, trabajar para él, ser derribada y reconstruida por él, ser tocada por él, tanto física, emocional y espiritualmente, todas estas cosas constituían la razón de su ser. Esto es todo lo que ella anhelaba, todo lo que deseaba. A este reino es donde ella pertenece.
Una vez, érase una mujer que luchaba contra todos y contra todo. Una yegua salvaje que era inquebrantable. No podía encontrar lo que había estado buscando toda su vida, porque no sabía lo que era. Al viajar por la carretera equivocada después de un mal camino, sólo llegó a callejones sin salida. Hasta que le conoció. Ser derribada era su gran deseo. Ella no podía ser derribada hasta que pudiera confíar. Toda su ternura, su amor, su bondad le enseñó a confíar. Entonces, su dominación la derribó. Nunca había sido más feliz.




domingo, 20 de noviembre de 2011

Soy una nave

Ella llevaba pensando en esto desde hacía mucho tiempo:
“Ser el barco para la semilla de mi Dominante… me satisface algo muy profundo y, a la  vez, a la sumisa que hay dentro de mí.” Le dijo a su Dominante.
Por motivo de sus horarios y disponibilidades personales, habían limitado el tiempo para estar juntos físicamente. Por lo tanto, sus sesiones o encuentros tendían a ser bastante intensos.  Él la poseía por completo con el toque de su mano, sus mordiscos y pellizcos cortándole el aliento de camino hacia su dormitorio. Cada golpe con la mano, el cepillo o el cinturón la llevaba al subespacio, complaciéndose ambos mutuamente con el uso del cuerpo de ella y su sumisión hacia él. Después de usarla, después del dolor y del placer, después de los interminables orgasmos regalados por él y que, gentilmente, le devolvía ella…Cuando él está a punto de correrse, tanto si lo quiere en su boca o en cualquier otro de los orificios de ella…cualquier sitio que él elija…
En ese momento tan íntimo, tan excitante y explosivo, siente que todo su cuerpo resplandece, es como si todo su ser se estuviera corriendo con él… le habla, recordándole lo que es y para quién es…su puta, su zorra, su esclava…simplemente suya. Y, en ese perfecto momento, en que puede sentirle explotar dentro de ella…su alma canta de felicidad…
Porque ella es una criatura muy curiosa, le preguntó a su Dominante sobre este sentimiento tan abrumador.
“Me hace sentirme orgulloso y feliz,” le contestó.
“Yo también,” le replicó ella.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

El seguimiento de la mujer masoquista

En respuesta a mi anterior artículo “¿Placeres sádicos?” sobre la mujer masoquista, una mujer anónima dejó un comentario. He aquí un extracto y mi respuesta.
“En cualquier caso, pareces caracterizar a las mujeres que disfrutan de los cachetes en el culo durante el sexo o incluso en el sexo duro como que tienen una inclinación masoquista leve o latente. ¿Cuál es su punto de vista sobre las mujeres que disfrutan o anhelan ser atadas? ¿Qué piensa de aquellas que tienen necesidad de ceder el control incluso hasta el punto de someterse a los castigos y humillaciones que no anhelan, que no las disfrutan y que nunca lo han considerado posible? ¿Qué hay de esas mujeres, Sr. Ben Alí? ¿Las considera que son masoquistas también?”
Gracias por su comentario. 
Mi entrada en el blog se ha centrado en la mujer masoquista, deliberadamente he evitado hablar sobre la sumisa. Tiene usted razón, sé un poco sobre la naturaleza de la mujer sumisa.
Sin embargo, su pregunta es bien recibida. ¿Una mujer que se somete al dolor y al castigo, no porque le dé placer a ella, sino más bien porque le da placer a su pareja, es masoquista? ¿Una mujer que sufre humillación, no porque la excite, sino más bien porque le dará satisfacción a su pareja, está siendo maltratada? Ciertamente, estas mujeres existen y he conocido a algunas de ellas. Estas son profundamente sumisas y, por eso, ven el servicio como su camino hacia la satisfacción personal. Al entregarse a su pareja, sin importar lo que pudieran ser, cumplen con su naturaleza o inclinación o deseo. Como tales, no ven el dolor como  placer, no ven la humillación como el empoderamiento y no ven estas cosas como actos de sumisión a través de los cuales pueden satisfacer su naturaleza.
No llego a ver cómo estas mujeres pueden ser descritas como masoquistas. Estas no procesan las intensas estimulaciones como placer, (por ejemplo, el dolor), ni ven la humillación y la degradación como que sea agradable. Más bien, aceptan estos actos como parte de su servicio, de la misma manera que pudiera ver la limpieza del baño de sus dominantes – un acto que ellas no disfrutan, pero que lo hacen de buena gana.
Sin embargo, esto abre la puerta a un conjunto de escaleras muy resbaladizas. ¿Dónde está la línea entre la sumisión y el maltrato en esta especie de situación? ¿Si una mujer  desea y debe soportar algo desagradable con el fin de mantener la relación es que están abusando de ella? Si no consigue ningún placer de los actos cuando su pareja la visita, ¿es que se está aprovechando de ella? ¿En qué momento se cruza la raya entre las conductas aceptables y no aceptables? Estas no son preguntas fáciles. Al final, todo lo que yo puedo decir es que le corresponde a cada sumisa evaluar constantemente su situación y determinar si ella está todavía donde necesita y quiere estar.
También, debe ser recordado que otro aspecto de la BDSM es el “bondage y la disciplina.” No he escrito mucho sobre estos temas, pero su comentario me trae esto a mi mente. El B&D se refiere a varias formas de restricción que pueden tener lugar, y que muchas mujeres descubren lo que se llama “la libertad de las cuerdas.” Una pérdida del control de la libertad. ¿Es el masoquismo querer ser atada con cuerdas o cadenas? No lo creo así, aunque el bondage es con frecuencia el precursor para el juego del S&M. ¿Es ser obediente a una disciplina una forma de masoquismo? De nuevo, no lo creo así. Las disciplinas son otras formas en las que la sumisa renuncia al control, permitiendo que otra persona estructure su vida.
¿Cómo se diferencia el B&D de la D/s? Me gustaría pensar que el B&D están más orientados hacia actividades actuales (ataduras, rituales, etc.) mientras que la D/s trata más sobre el estado mental de ser.
Pero creo, que tendré que hablar más de esto en el futuro.
Espero que estas respuestas contesten a tu pregunta.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Mendigando

Por fin, después de muchos días de privaciones, llega el motivo lastimero:
“¿Por favor, Señor, puedo correrme? Lo necesito por necesidad.”
Algunas veces, cuando están prohibidos, también le niego el derecho a pedirlo. Mejor  que ella se resigne a su suerte, aceptando que no habrá alivio hasta que yo se lo conceda y que ella no tenga nada que decir, sin ninguna expresión de necesidad. Sin embargo, desesperada, eso me moverá a permitirle la relajación que tanto  anhela. Es más amable si no le permito albergar ilusiones a que me pueda persuadir. Pero, otras veces, permito sus peticiones. Le ofrezco una débil esperanza. Tal vez, sea el sádico que hay en mí quien la ofrece. Ella sabe que las posibilidades de éxito son escasas, a pesar de sus fervientes súplicas. No tiene sentido ordenar una privación de los orgasmos si vas a permitir que se rompa a la primera señal de peligro. Esta clase de entrenamiento en la disciplina y la obediencia tiene que ser llevada a cabo con resolución, incluso con una cierta brusquedad, si se quiere que tenga una cierta eficacia. Nunca la permito que piense que, con sólo mover un párpado o inyectar un tono conmovedor en su voz, le tenga lástima.
“Sé sangriento, atrevido y decidido,” le dice la bruja a Macbeth. Bueno, esperemos que no tengamos que ser sangrientos, ni, tal vez, tampoco sanguinarios.
En ocasiones, prohíbo no solamente los orgasmos sino también cualquier tocamiento por placer. Ella, como muchas mujeres, al parecer, le encanta deslizar una mano entre sus piernas de vez en cuando, incluso introducir un par de dedos entre su ropa interior y jugar con ellos distraídamente, con la conciencia a medias de lo que está haciendo. Dice que es por comodidad más que por estimulación sexual. (¡Oh! ¿De verdad?) Y ella dice que es más cruel ser privada de esta satisfacción que denegarle los orgasmos. Bueno, bueno… al dominante, siempre le gusta tener otra arma en su arsenal.
Mientras ella está bajo tales restricciones, no obstante, puedo ordenarle que se toque de una manera más focalizada. Disfruto haciéndola que se masturbe hasta el mismo borde del orgasmo y hacerla que se detenga. Pienso que no existe mejor forma de disciplina que trinquetearla desde el nivel del deseo hasta un nivel casi insoportable, solamente para negarle la liberación. Al mendigarlo, es probable que lo consiga después de que tal ejercicio pueda ser sincero:
“Por favor, por favor, por favor…”
Ella es una mujer inteligente y sabia por los caminos de la D/s. Debe ser consciente que denegar tal petición me da aleatoriamente una poderosa carga de placer. Al enviar este simple mensaje: “Tu petición es denegada,” hace que mi polla se estire y endurezca. La sangre empiece a fluir. Contra más desesperadamente llora, más grande se me pone. Tal vez, ella sea más inteligente que yo y lo sabe y, al ser la buena gente que es, deliberadamente hace que las peticiones que conoce, fracasen solamente por darme el placer de denegarlas.
Pero, soy demasiado inteligente y sé que, por mucho que le guste realmente correrse, una mujer sumisa recibe una fuerte patada de su dominante, insistiendo implacablemente con una determinación inquebrantable sobre su obediencia. Claro, es agradable sentir el repentino deseo al hincharse y el pulso a través de su ingle en oleadas de sensaciones indescriptiblemente hermosas. Pero, este no es el caso, para que no exista para la mujer sumisa un placer tan intenso como la sensación, aunque solo sea simbólicamente, de la bota de su dominante presionando con fuerza en la parte posterior de su cuello.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Frases sueltas

A falta de un tema en concreto, me siento para escribir algo con la intención de publicarlo, pero he cambiado de opinión y prefiero reescribir algunos de los comentarios más recientes y no tan recientes que me parecen interesantes.
Una de las dificultades de ser una sumisa casada y querer tener una relación D/s fuera del matrimonio, incluso con el permiso del marido:
“…el problema de estar casada y tener una relación D/s fuera del matrimonio es que, algunas veces, los deseos del marido entran en conflicto con los deseos del dominante. Esto coloca a la mujer en una situación muy difícil, porque, al agradar a uno, ella desagrada al otro.”
Con respecto a las formas, una sumisa puede servir más allá de lo sexual:
“Arrodillarse o acostarse a sus pies. Masajear las partes de su cuerpo. Leer para él. Ten en cuenta las formas de la geisha. ¿Cuáles eran las cosas no sexuales que hacían para sus clientes? Piensa fuera de la caja. ¿Qué le gusta a él? ¿Con qué disfruta él? ¿Podría estar más tiempo a solas con él? ¿Le gustaría a él probar otra mujer?”
Sobre cómo agradar a una nueva pareja dominante:
“La lección más importante es que cada dominante es diferente y que cada uno te entrenará según sus exigencias. Por eso, la cosa más importante que una sumisa puede aprender es cómo aprender rápidamente y adaptarse a un nuevo dominante. Ella hace esto no asumiendo nada, aceptando que cometerá errores y que ella puede no agradarle hasta que él la haya enseñado lo que ella necesita saber.”
“Por supuesto, ella llega a él para comprender las bases que todas las sumisas bien entrenadas deben saber: Honestidad, confianza, obediencia, conducta respetuosa, movimientos agradables, etc. Estos son los fundamentos sobre los que se construirán el marco de trabajo y la estructura para ella.”
“Ella también viene con un buen conocimiento de la diferencia entre una relación D/s y el abuso. Ella debe saber cómo mantenerse segura.”
Así mismo, quiero transcribir algunas de las citas y extractos de algunas cosas sobre la D/s que he publicado en el pasado.
“El desarrollo de la sumisión no trata de hacer lo que te haga ser menos. Se trata de hacer lo que te haga ser más.”
“Una de las cosas más maravillosas de la D/s es la dinámica de poder que sucede cuando una mujer de carácter fuerte y sólida autoestima se arrodilla ante un hombre y se somete. Recibir la sumisión de una mujer débil es una cosa trivial (y un poco inmoral) según mi opinión.”
“La confianza está expuesta a la vulnerabilidad. Significa ofrecer a alguien la oportunidad de dañar o herir o ganar poder. La razón por la que se hace, es como un indicador de la fuerza de la relación y su madurez, y el hecho de exponerse uno mismo al riesgo, conlleva la recompensa potencial de la intimidad y el compromiso.”
“El dolor y el placer son las dos caras de la misma monedad. Hay muy poca diferencia entre las dos, más allá de la reacción de los cuerpos.”
“Puedes someterte por completo y no ser amada. Puedes someterte por completo y no amar. Y algunas veces, si eres afortunada, puedes someterte, amar y ser amada.”
“El acto de violación no es sobre el sexo, es sobre el estado de la mente. Lo mismo ocurre con la excitación. No es lo que se hace, sino cómo se está preparada.”

martes, 1 de noviembre de 2011

¿Placeres sádicos?

Hace un tiempo, una mujer anónima dejó la siguiente pregunta en mi correo electrónico:
“…Pero, he divagado. La razón por la que estoy escribiendo esto es para preguntar con respecto a un artículo suyo sobre la mujer masoquista. Usted habla de una sumisa, sin una tendencia masoquista para soportar el dolor con el fin de complacer a su dominante. Esto lo puedo entender. Lo que me interesa es el punto de vista. ¿Cómo siente un dominante el infligir dolor a una sumisa sabiendo él que ella no lo disfruta? Me imagino que será una sensación increíble de su entrega y de su conexión.”
“Pero, vamos a considerar a un dominante con una vena sádica. ¿Sería él capaz de hacerlo una y otra vez con el tiempo? O, ¿pudiera ser que se empezara a sentir incómodo, sabiendo que ella no está consiguiendo ningún placer físico y poner un freno en ello eventualmente? Los dominantes, después de todo, son humanos.”
Antes de contestar, creo que es importante clarificar la frase “¿Cómo siente un dominante al infligir dolor a una sumisa sabiendo él que ella no lo disfruta? Como ya he mencionado, hay sumisas que soportan mucho con tal de agradar a su dominante. Estas aceptan tratamientos duros puesto que ello agrada a su dominante y al hacerlo así, satisfacen a su propia naturaleza. Sin embargo, esto sigue siendo una relación consensuada. Quiero asegurarme de que seamos claros en este asunto.
También, quiero dejar bien claro que el infligir dolor no siempre es un rasgo del dominante. Ese es el dominio del sádico. Y mientras es verdad que, muchos dominantes son también sádicos, esto está lejos de ser una verdad universal. Por lo tanto, sería más apropiado para usted preguntar: “¿Cómo se siente un sádico haciendo estas cosas?”
En una palabra, se siente muy bien.
Está en la naturaleza del sádico, el excitarse a través de la imposición del dolor. Mientras la mujer lo acepte, él sádico lo disfrutará (aunque, por desgracia, es verdad que hay personas que disfrutan al infligir dolor sin consentimiento, pero esta es otra clase de persona). Es cierto, que hay un algo muy especial cuando se trata de una masoquista de calidad, pero también hay un placer único que procede al saber que la mujer está sufriendo este tratamiento simplemente por su necesidad de servir.
Recuerdo bien la primera vez que azoté a una mujer en el culo sabiendo que ella no lo disfrutaría y que sería la causa de su sufrimiento. Fue muy emocionante. Yo la azoté fuertemente y con poca piedad. Después, ella me dijo que, mientras le hacía daño, también había sido muy estimulante para ella. No de una manera erótica, sino más bien una forma de satisfacción mental y emocional al ser utilizada sin tener en cuenta sus propios sentimientos. Ella estaba encantada solamente con la idea de ser utilizada para el placer de otra persona.
Esto es algo un poco diferente que usar a una masoquista que se excita con el dolor. La dinámica de la interacción sadomasoquista es un poco diferente a la de una sumisa que anhela servir. Ambas tienen lugar ahí. No tengo ninguna preferencia entre las dos, ya que son muy diferentes en el placer particular que me dan.
Por lo tanto, como sádico, ¿seguiría haciendo algo a sabiendas de que sé que ella lo disfruta? Sí, lo haría. Sin embargo, al llevar mi sombrero de dominante, podría ver como un desafío hacerle cosas a una mujer que sé que ella no lo disfrutará. El castigo es una cosa que se me viene ahora a la mente como un ejemplo.
En cuanto al placer (o su ausencia) que se derivaría de la experiencia de esto, es secundario. Considero que mi propio placer es prioritario. Una vez que la mujer da su consentimiento, hago cosas para satisfacer mi placer. Sé que ella será satisfecha siempre y cuando no tenga ningún compromiso en que la utilice.